Perspectivas sobre la teoría de las ideas (I): la teoría de cuerdas de la antigüedad


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Infografía de la teoría de cuerdas (Google images)


De forma muy similar a lo que ocurre actualmente con la teoría de cuerdas, toda la teoría de las ideas de Platón se sustenta sobre una suposición no contrastada. Esto no quiere decir que ambas teorías no den buenos resultados, digamos, teóricos, pero desde luego presentan por esta razón graves deficiencias de índole científica. Pero antes de profundizar en las razones de esto, y de llegar a las inevitables consecuencias derivadas, veamos antes una breve comparativa entre las dos teorías.


Ambas tienen idéntico objetivo: tratar de explicar la realidad. Eso sí, cada una a su propia manera y con diversos grados y de formas muy distintas, pues no dejan de ser producto de dos épocas completamente diferentes. Así, la teoría de cuerdas trata de unificar todas las interacciones físicas, siendo una teoría del todo de la physis, es decir, una teoría de la realidad. La teoría de las ideas es una teoría del conocimiento, y a tal efecto busca explicar lo que podemos conocer y cómo lo podemos conocer.

Pero como ya adelantaba al comienzo, la teoría de cuerdas y la de las ideas se apoyan en hipótesis que no han sido (hasta la fecha, al menos) debidamente verificadas. Por una parte, la teoría de cuerdas postula y parte de dicho postulado que la existencia de “filamentos” tal que, al vibrar de diversas maneras, dieran lugar a diversas las partículas fundamentales que conocemos (electrón, quark, neutrino…), necesitándose para ello once dimensiones diferentes. Y por otra parte, la teoría de las ideas afirma y constituye a tal efecto el núcleo de la misma la existencia de realidades de carácter inteligible, las ideas, que al igual que la, por ejemplo, circularidad para las matemáticas, fueran universales, inmutables, eternas… pero para el resto de conceptos materiales y sobre todo, para aquellos éticos y políticos.

De esta forma, en realidad, todo lo que construimos a partir de aquí puede cuadrar muy bien con el mundo que percibimos, o ser perfectamente lógico y estar completamente razonado. Pero desde luego, si no sabemos si de verdad existen dichos filamentos o, para el caso que más nos ocupa, dichas ideas, ¿cómo vamos a arriesgarnos a decir que la teoría es correcta?

Es así que todo se derrumba inevitablemente. Porque Platón podrá argumentar con toda la razón de este mundo (e incluso, digamos, del mundo inteligible) que para conocer es necesario algo firme e invariable que aporte sustento a la variabilidad que observamos día a día, pero esto ni quita ni pone para forzar a asumir algo que puede que sea cierto, o puede que no lo sea, pero que desde luego no se ha comprobado que efectivamente lo sea.

Además, a mi humilde parecer, resuelve mucho mejor este aspecto la teoría de Heráclito, afirmando simplemente un logos tras la realidad, que desde una perspectiva más actual sería  una serie de leyes físicas por las cuales se rige la evolución de la naturaleza.

En resumidas cuentas: la teoría de las ideas de Platón presenta substanciales problemas de legitimización, desde un punto de vista cientifista, ya que, al igual que la teoría de cuerdas en la actualidad, se fundamenta sobre una hipótesis que no está debidamente contrastada. Además, y esto como añadido, ninguna de las dos teorías ha sido capaz de predecir (en el caso de la de cuerdas) o de explicar mejor o mejorar (en el caso de la de las ideas, por ejemplo creando una sociedad mejor) absolutamente nada.

¿Quién sabe cuándo le llegará la hora a la teoría de cuerdas? ¿Le ha llegado acaso a la teoría de las ideas? En el próximo post continuaremos analizando los entresijos de los postulados de la teoría de las ideas, para ver una nueva aproximación a los conceptos y fundamentos de la teoría, pero prescindiendo de esta suposición tan engorrosa.

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