Crítica a la metafísica cartesiana


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René Descartes (Google images)

Cuando observamos la aplicación del método cartesiano a la metafísica creo que sólo puede caber un asombro inmenso. Porque representa el cambio radical del pensamiento humano vivido durante la Edad Moderna, que se sistematiza hasta un grado ciertamente increíble, debido a la influencia de la nueva ciencia del momento y también por la voluntad intrínseca de René Descartes para adecuar el conocimiento y la realidad, o al menos la teoría de los mismos, a dicha nueva ciencia, en el propósito de construir un saber unitario, congruente y, en definitiva, propio de un nuevo período que no puede en ninguna forma continuar con los parches pleistocénicos sobre teorías claramente superadas como son las aristotélicas.

Es en este proceso que sin duda alguna también nos maravillamos ante el alcance del pensamiento de Descartes. Su duda metódica hace gala de una voluntad exhaustiva que no se aprecia en filósofos anteriores, buscando examinar al detalle absolutamente todas las afirmaciones de certeza que podemos hacer y buscando un único conocimiento verdadero.

Pero cabe hacer crítica, como con todo. Fundamentalmente, la crítica aplicable en este punto es la suposición de la existencia de axiomas privilegiados de todo conocimiento. Aspecto siempre basado en las matemáticas, que ya encontramos en Platón, nos dice que existe un tipo de verdades absolutas e indiscutibles, como lo puede ser un axioma de la geometría, ante el que sólo cabe asentir. Pero esto no es verdad.

Por no existir, de hecho, no existen axiomas privilegiados ni en la geometría. La visión que les faltaba (o a la que se negaban y que no creo ni que se plantearan en realidad) es que en verdad la ciencia, aún la más formal y pura de todas, como son las matemáticas en todas sus manifestaciones, es un mero constructo humano, útil, pero constructo, al fin y al cabo.

Pero esto no es lo más discutible ni el aspecto sobre el que quiero marcar mi crítica a la metafísica cartesiana. Fundamentalmente, porque tampoco es tan relevante. En el fondo, y al igual que con la geometría euclídea, podríamos decir que si bien no tiene porqué ser verdad un determinado axioma en la ciencia que sea, es útil que lo sea, en base al conocimiento deductivo que a partir de él se deriva.

Por ello no es un punto fundamental de crítica el “cogito ergo sum” como axioma básico de la metafísica, en tanto que hallado con un procedimiento más o menos correcto (entiéndase que la crítica a la metafísica elimina ideas mucho menos firmes en lo que a verdad se refiere) y que, en definitiva, cualquier idea puede ser objeto de ser considerada axiomática, pero sí el hecho de la consideración, como decía, de la existencia de axiomas preeminentes y de carácter absoluto. Todo nuestro conocimiento ha de ser levantado, digamos, sobre nubes, nada firme, desde luego, pero si lo sabemos siempre estaremos más cerca de la verdad que de negarnos a saber de ello, y creer que nos levantamos sobre pura roca.

Como decía, el punto que considero más débil de toda la teoría cartesiana a cerca de la metafísica es el razonamiento sintético y la demostración de la existencia de la res extensa. Probablemente sea debido a mi pensamiento profundamente ateo, pero no puedo admitir la validez de los razonamientos aportados por Descartes, de ninguna manera. Veo en ellos errores conceptuales graves, que no pueden y no deben permitir usarlos para garantizar absolutamente nada, y menos algo tan importante como una verdad primordial.

Descartes ofrece tres argumentos clave en este procedimiento. Previamente, ha llegado a la conclusión de que tenemos las ideas de perfección e infinitud en nuestra mente. El primero de ellos se fundamenta en que, en tanto que no somos perfectos ni infinitos, debemos tener dichas ideas por la existencia de algo que sí lo sea, y ese algo es Dios. Aquí hay un salto importante en el razonamiento al que creo que se debe el error que da validez al argumento.

Descartes condiciona la existencia de la perfección y la infinitud a su no pertenencia a los sentidos, es decir, a que son ideas innatas, pero ¿es esto cierto? No parece muy razonable considerar que tenemos ideas de dicho tipo, pero podría ser. La mente es complicada y ciertamente, la posibilidad existe. No obstante, pensemos si no pueden pertenecer a los sentidos. En principio, no cabe tener conocimiento verdadero de ellos, como se ha visto en la duda metódica, pero, ¿por qué no pueden ser la perfección y la infinitud ideas sensoriales? Si bien la perfección es difícil de atribuir a algo en concreto, podemos ver la infinitud claramente.

Cuando por ejemplo dibujamos un triángulo, parece razonable que puedan existir infinitud de triángulos, con todos los lados y ángulos posibles. De manera similar, podemos llegar al conocimiento de la perfección. Cuando hacemos una silla, y la probamos, sentimos si es buena o no. Podemos hacer una silla y, si sale mejor, sentiremos que es mejor. Por extrapolación, no parece ridículo que podamos pensar en una silla que sea lo mejor posible.

No importa en ninguno de los casos que no sea verdad el conocimiento de la silla o de los triángulos: la cosa es que percibimos algo y, aún como ideas falsas en potencia, son ideas. De ellas, pues, y como nada menos que también ideas potencialmente falsas, encontramos en nuestra mente las ideas de perfección e infinitud. Así pues, cabe pensar que estas ideas, con un carácter como vemos intelectivo-sensorial (en tanto que para su conocimiento partimos de la experiencia y progresamos con el intelecto), puedan venir de alguna otra parte que no sea Dios. Argumento desmontado. No es necesario que vengan de la “res infinita”, luego esta no tiene por qué existir.

El segundo argumento es muy similar, y se basa en afirmar que Dios es causa de mi ser en tanto que yo como mente no puedo existir por mi propia causa, puesto que entonces no tiene sentido que conozca las ideas de infinitud y perfección y no sea ni infinito ni perfecto. Es pues Dios el que puso dichas ideas en mí, como características suyas.

Claramente aquí hay un problema de completitud de la metafísica. Quiero decir, Descartes se está básicamente preguntando cómo es posible que, en caso de que sólo existiera yo, no podría ser todopoderoso. ¿Por qué tengo las ideas que tengo si soy lo único que hay y no soy perfecto? Al francés no le cuadran las cuentas, pero yo no veo mayor problema en este sentido.

Primero, porque tampoco creo que puedas, en la situación en la que él se encuentra en este momento, concluir que la “res cogitans” no es ni perfecta ni infinita. Desde el punto de vista de que sabes que la mente existe, pero nada más, me parece muy arriesgado concluir eso. Podría ser que sólo existiera la mente, y que fuera infinita y absolutamente perfecta, con independencia de que se pensara en el modo en que fuera y en que no llegara a dicho conocimiento de su propia perfección. Segundo, por la argumentación que di previamente al respecto de las ideas de perfección e infinitud. No me parecen adecuadas para atribuir sólo a una substancia nueva, sino que también pueden ser atribuidas a otras ideas previas de los sentidos, más al proceso cognitivo.

Finalmente, Descartes utiliza el argumento ontológico, que supone que Dios debe existir en tanto que su propia concepción como substancia perfecta implica su existencia. Aquí el error es muy sencillo, y consiste en la veracidad de la estructura lógica. No todo aquello en lo que puedo pensar tiene necesariamente que existir. Obviamente, no sería perfecto Dios si no existe, pero es que nada obliga necesariamente a que sea perfecto. Así pues, no hay necesidad de que exista.

En definitiva, nos encontramos en este punto ante un callejón sin salida. No encontramos absolutamente nada que nos permita progresar, en mi opinión, en la creación de un conocimiento estable de forma puramente deductiva y formalmente correcta más allá, como he dicho, quizás, de la existencia de uno mismo como conciencia. Tampoco es que esto sea necesario para absolutamente nada, desde mi punto de vista.

Entiéndaseme. El fin último de la existencia según yo lo veo es la felicidad y el bien personal. Como ya comenté en mi primer post, y ahora a título mediamente informativo, el bien personal sólo es alcanzable a través del bien común. En todo caso, para alcanzar la felicidad de la propia conciencia no es necesario que exista nada más allá de la misma, lo que sí hemos dicho que ocurre. Así pues, lo único que necesitaremos será estudiar lo que en esta ocurre y todo a lo que esta le ocurre (percepciones, ideas, etc.) y sistematizar lo mismo para que se pueda utilizar a tal fin. Más allá de ello, es irrelevante que exista lo que exista. O que no exista nada.

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